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martes, 24 de noviembre de 2009

El Pato Donald vs. los nazis

En el blog de Guadis, vi este video que me llamó mucho la atención. En especial, porque estoy cursando Historia Contemporánea y uno de los temas que se ven es el nazismo. Ya sé que es un dibujito de Disney, pero tiene muchísimos puntos para analizar.



1. Las esvásticas nazis están en todas partes. Desde las nubes hasta el calzón de uno de los militares. Incluso, en una parte donde se parodian unas vacaciones con la fotografía de un paisaje, el Pato Donald se ve obligado a hacer unos ejercicios en los que forma las cruces con los brazos.
2. Las fotografías y los personajes del comienzo remiten al Tercer Eje: Japón e Italia junto con Alemania. Hirohito, Mussolini y Hitler respectivamente.
3. Hay una crítica importante a la escasez por la guerra. La comida consiste en un pan duro que se tiene que cortar con sierra, un saquito diminuto de café y aroma de panceta con huevos.
4. Se ve el trabajo en las fábricas de armas. La panorámica de la ciudad llena de humo y con cielo rojo, casi como el infierno, por un lado, y luego el trabajo del dibujito animado con la cadena de montaje.
5. El culto al líder –Adolf Hitler- es ridiculizado como en las fotos en la fábrica en las que tiene que saludar hasta con la cola una por una y las amenazas que recibe al no hacerlo.
6. Las presiones constantes hacen que el personaje entre en un colapso nervioso. Las imágenes cargan con metáforas: balas con bigotes similares al de Hitler, la jaula con el canario como símbolo del trabajo industrial y el Pato Donald amarrado con una cadena como si fuera un esclavo.
7. El énfasis en la explotación se lleva al máximo para que luego el personaje se despierte de la pesadilla que es estar dentro del régimen nazista y se encuentre en Estados Unidos y con la Estatua –vaya casualidad- de la Libertad.
8. Por si alguno andaba distraído, la última escena resume a la perfección la opinión sobre Hitler y el nazismo.
9. Sin embargo, no faltan las versiones de que Walt Disney era un simpatizante nazi.


Vía: La Botica Cultural
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jueves, 19 de noviembre de 2009

Guillermo O'Donnell: “Argentina presenta importantes rasgos autoritarios”

El destacado politólogo Guillermo O’Donnell concedió una entrevista en la que sostuvo que la personalización de la política se debe a un desencanto general, en el que incluso los propios líderes de los partidos reniegan de su condición. Además, habló sobre los riesgos del autoritarismo en América Latina y criticó a quienes dicen que los jóvenes y la política no van de la mano.



De lado el posiblemente. Sin lugar a dudas, Guillermo O’Donnell es el politólogo más importante de Argentina. Doctorado en Yale, afirma que hay muy poca institucionalización de los partidos políticos y advierte que es un período de gran personalización de la política. “Ahora esto es un fenómeno universal, pero en algunos países, incluido Argentina, está con particular fuerza”, señala y agrega: “La mayor parte de la opinión pública más que distinguir a los partidos por sus nombres, los distingue por el nombre de sus líderes, lo que demuestra un nivel de personalización muy alto y alarmante para el futuro de una democracia representativa”.

A su vez, remarca que se ve una negación de identidad de los partidos políticos como tales, lo que contribuye a su desprestigio: “No se animan a nombrarlos, ahora son espacios y no partidos. Hay una vergüenza por parte de los mismos dirigentes de los partidos y es una forma de minimizar o denigrar la propia institución que se supone que ellos lideran”.


-¿Se podría hablar de una despolitización de la política?

-Es un indicio de la crisis de los partidos políticos, de su alejamiento con respecto a la ciudadanía y también de ser pseudos políticos, políticos apolíticos, dirigentes políticos que no se animan a nombrar a sus partidos como partidos. Es un caldo propicio para que salgan aventureros diciendo: “Yo no soy político y quiero que me voten”.

-¿Por qué pasa esto?

-Tiene que ver con el desencanto desde mucho lugares de buena parte de la ciudadanía, que ha confiado y se ha entusiasmado con tal o cual partido, más una sucesión de golpes de Estado, el ver que el país se está quedando mientras el resto avanza rápidamente, la sensación de terrible crisis de la educación pública y la creciente desigualdad tienden a un enojo y un escepticismo, con una mirada desconfiado a lo que se nos dice desde la política. Hay una responsabilidad fundamental de la mal llamada clase política en devolver esta confianza.

-¿Puede marcar un punto de inflexión de este desencanto?

-El período del Proceso no solo fue de represión brutal, sino que también lo fue de escisión social, donde se arrancaron consciente e intencionalmente las raíces igualitarias y se reprimió buena parte de la voluntad popular. Los efectos, los estamos pagando todavía. Lo que llevó terminar este régimen maldito fue la gran esperanza que teníamos todos de que iba a llegar la democracia, con mayor libertad y equidad social. Eso no pasó. Fue una enorme esperanza, muy buena para acabar con el régimen maldito, pero que levantó tanto las expectativas que la confrontación con la realidad fue durísima. A partir de entonces, fue aumentando el escepticismo hasta llegar al menemato y Cavallo, que fue destructivo, desmoralizador. Su show y su impunidad mediática fueron un golpe terrible. Los argentinos sentimos que se nos insultaba desde la política a nuestras esperanzas y orgullos.

-Sin embargo, desde 2001 puede verse un renovado interés por las cuestiones políticas, pero más bien desde lo social.

-El 2001 y el “que se vayan todos” fueron una expresión de la sociedad que ya no puede creer en esa política, de que uno se quiere constituir como un actor, no un suplente. Sin embargo, nuestras identidades y memorias demostraron que la sociedad sola, sin una política y un Estado que la acompañe, tiende a agotarse a sí misma porque siempre hacen falta política y Estado.

-¿Qué piensa de la iniciativa del Gobierno sobre la reforma política?

-No conozco el tema. He escuchado opiniones críticas y otras favorables por gente que ni ha leído el texto. Me parece un horror criticar sin haberlo leído.

-El 2001 marcó la fragmentación del bipartidismo, ¿cree que es posible que se vuelva a constituir un sistema político así?

-No soy ningún adepto al bipartidismo. Se dice que en Estados Unidos funciona bien, por lo tanto, el bipartidismo se desea. Pero hay muchas democracias están muy bien con sistemas multipartidarios. Yo creo que las alianzas sin hiperpresidencialismo, en el Congreso, sirven a la democracia.

-Además, la Unión Cívica Radical y el peronismo están demasiado atomizados en sí mismos. Caso del peronismo, ¿es un partido nacional o una coalición de partidos federales?

-El peronismo fue y hoy casi más que nunca una coalición de movimientos, partidos y agrupaciones locales. Ha tenido esa capacidad de absorber casi toda la política. Pero al absorber demasiado tiende a la implosión y realmente no puede articularse internamente como algo coherente porque contiene demasiado. Por otra parte, es el único competidor con tres etiquetas. Es un fenómeno único en el mundo. No existen muchas figuras nuevas en el peronismo. Sí hay presidenciables.

-¿Qué hay del radicalismo?

-En el radicalismo central, no hay ningún candidato. Buena parte de la estructura se fue con Cobos y el partido viene de un proceso de desintegración abismal. En cuanto a la recuperación de votos, sí la hubo, pero el voto radical propio es un misterio.


La nota completa (autoritarismos en América Latina y la relación entre jóvenes y la política) en PolíticArgentina

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