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jueves, 19 de noviembre de 2009

Guillermo O'Donnell: “Argentina presenta importantes rasgos autoritarios”

El destacado politólogo Guillermo O’Donnell concedió una entrevista en la que sostuvo que la personalización de la política se debe a un desencanto general, en el que incluso los propios líderes de los partidos reniegan de su condición. Además, habló sobre los riesgos del autoritarismo en América Latina y criticó a quienes dicen que los jóvenes y la política no van de la mano.



De lado el posiblemente. Sin lugar a dudas, Guillermo O’Donnell es el politólogo más importante de Argentina. Doctorado en Yale, afirma que hay muy poca institucionalización de los partidos políticos y advierte que es un período de gran personalización de la política. “Ahora esto es un fenómeno universal, pero en algunos países, incluido Argentina, está con particular fuerza”, señala y agrega: “La mayor parte de la opinión pública más que distinguir a los partidos por sus nombres, los distingue por el nombre de sus líderes, lo que demuestra un nivel de personalización muy alto y alarmante para el futuro de una democracia representativa”.

A su vez, remarca que se ve una negación de identidad de los partidos políticos como tales, lo que contribuye a su desprestigio: “No se animan a nombrarlos, ahora son espacios y no partidos. Hay una vergüenza por parte de los mismos dirigentes de los partidos y es una forma de minimizar o denigrar la propia institución que se supone que ellos lideran”.


-¿Se podría hablar de una despolitización de la política?

-Es un indicio de la crisis de los partidos políticos, de su alejamiento con respecto a la ciudadanía y también de ser pseudos políticos, políticos apolíticos, dirigentes políticos que no se animan a nombrar a sus partidos como partidos. Es un caldo propicio para que salgan aventureros diciendo: “Yo no soy político y quiero que me voten”.

-¿Por qué pasa esto?

-Tiene que ver con el desencanto desde mucho lugares de buena parte de la ciudadanía, que ha confiado y se ha entusiasmado con tal o cual partido, más una sucesión de golpes de Estado, el ver que el país se está quedando mientras el resto avanza rápidamente, la sensación de terrible crisis de la educación pública y la creciente desigualdad tienden a un enojo y un escepticismo, con una mirada desconfiado a lo que se nos dice desde la política. Hay una responsabilidad fundamental de la mal llamada clase política en devolver esta confianza.

-¿Puede marcar un punto de inflexión de este desencanto?

-El período del Proceso no solo fue de represión brutal, sino que también lo fue de escisión social, donde se arrancaron consciente e intencionalmente las raíces igualitarias y se reprimió buena parte de la voluntad popular. Los efectos, los estamos pagando todavía. Lo que llevó terminar este régimen maldito fue la gran esperanza que teníamos todos de que iba a llegar la democracia, con mayor libertad y equidad social. Eso no pasó. Fue una enorme esperanza, muy buena para acabar con el régimen maldito, pero que levantó tanto las expectativas que la confrontación con la realidad fue durísima. A partir de entonces, fue aumentando el escepticismo hasta llegar al menemato y Cavallo, que fue destructivo, desmoralizador. Su show y su impunidad mediática fueron un golpe terrible. Los argentinos sentimos que se nos insultaba desde la política a nuestras esperanzas y orgullos.

-Sin embargo, desde 2001 puede verse un renovado interés por las cuestiones políticas, pero más bien desde lo social.

-El 2001 y el “que se vayan todos” fueron una expresión de la sociedad que ya no puede creer en esa política, de que uno se quiere constituir como un actor, no un suplente. Sin embargo, nuestras identidades y memorias demostraron que la sociedad sola, sin una política y un Estado que la acompañe, tiende a agotarse a sí misma porque siempre hacen falta política y Estado.

-¿Qué piensa de la iniciativa del Gobierno sobre la reforma política?

-No conozco el tema. He escuchado opiniones críticas y otras favorables por gente que ni ha leído el texto. Me parece un horror criticar sin haberlo leído.

-El 2001 marcó la fragmentación del bipartidismo, ¿cree que es posible que se vuelva a constituir un sistema político así?

-No soy ningún adepto al bipartidismo. Se dice que en Estados Unidos funciona bien, por lo tanto, el bipartidismo se desea. Pero hay muchas democracias están muy bien con sistemas multipartidarios. Yo creo que las alianzas sin hiperpresidencialismo, en el Congreso, sirven a la democracia.

-Además, la Unión Cívica Radical y el peronismo están demasiado atomizados en sí mismos. Caso del peronismo, ¿es un partido nacional o una coalición de partidos federales?

-El peronismo fue y hoy casi más que nunca una coalición de movimientos, partidos y agrupaciones locales. Ha tenido esa capacidad de absorber casi toda la política. Pero al absorber demasiado tiende a la implosión y realmente no puede articularse internamente como algo coherente porque contiene demasiado. Por otra parte, es el único competidor con tres etiquetas. Es un fenómeno único en el mundo. No existen muchas figuras nuevas en el peronismo. Sí hay presidenciables.

-¿Qué hay del radicalismo?

-En el radicalismo central, no hay ningún candidato. Buena parte de la estructura se fue con Cobos y el partido viene de un proceso de desintegración abismal. En cuanto a la recuperación de votos, sí la hubo, pero el voto radical propio es un misterio.


La nota completa (autoritarismos en América Latina y la relación entre jóvenes y la política) en PolíticArgentina

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