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viernes, 26 de septiembre de 2008

Odisea en el subte

El haber terminado antes el parcial me arrojó a una Buenos Aires recién levantada y en vísperas de caótica. Era la hora pico en la que colapsan todos los medios de transportes y justo se me ocurrió ir a tomar el subte.

Obviamente estaba repleto, así que después de dejar pasar como cinco, pude hacerme un lugar entre empujones de los de afuera, la resistencia de los de adentro, puteadas y pateadas.

De alguna forma, con los movimientos de la gente desesperada para bajarse, terminé sentada y con el diario que me regalaron en la facultad abierto de par en par, mientras las personas se seguían comprimiendo para que todos pudieran entrar.

Entre la lectura del diario y la vista privilegiada a semejante espectáculo, no me di cuenta que la siguiente parada era la mía. Para cuando reaccioné, ya estaba llegando y yo seguía en el medio del vagón muy lejos de ambas puertas.

En su momento, fue la histeria. Me levanté nerviosa porque se me pasaba la estación. Desde luego que no hubiera sido el fin del mundo. Si me bajaba en la otra sólo tenía que caminar tres cuadras. Pero yo me quería bajar ahí. Le pedí permiso a una mina. Un "Carlitos" en el léxico de mi mamá. Debía medir 1.80 metros y tendría la espalda del tamaño de un patovica.

"¿Esta es tu estación?", me preguntó. Le asentí con la cabeza en un gesto medio desesperado. "Bueno, no te preocupes, que salir vamos a salir. Yo también me bajo acá", me dijo. "Vamos a salir", repitió como si se tratara de una cuestión de vida o muerte.

Los carteles rojos aparecían por la ventana. La mujer empezó a gritar: "¡¡Permiso!! ¡¡Permiso!!" mientras apartaba a la gente a lo fuerza bruta; otros, creo que se corrían solos del miedo. En menos de dos segundos, se abrió camino hasta la puerta y yo iba atrás de ella feliz y galopante.

Para la próxima, ya sé que me tengo que volver a pie o con guardaespaldas.
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viernes, 19 de septiembre de 2008

El viejo

Mis últimos dos posts fueron sobre la educación. Para no variar la línea, hace unas semanas en Economía me pasó lo siguiente. "Odio cuando la gente grande se quiere hacer la copada sólo porque está rodeada de pendejos", me susurró una amiga. Resulta que, en todas las clases, hay dos o tres que se dedican a hablar con el profesor y a hacerse el simpático. Bueno, en la mía son cuatro.

Uno es un peluquero con voz de flauta, opinólogo sin más de lleno. Otra es una mina con anteojos típica solterona que se ganó los abucheos de todos desde el primer día con sus "no entiendo la parte de balanza de pagos, exportaciones, importaciones, tipo de cambios", repetidos cada diez minutos. La otra no la tengo bien calada porque tiene el mismo tono de voz que la segunda y la mayoría de las veces pienso que son la misma persona. Y por último, el viejo.

Los cuatro tiene más de treinta y pico, pero el viejo es el viejo y el viejo las tiene todas. La primera vez que llegó, dos semanas después de empezada la cursada, se la pasó haciendo chistes y acotando cosas que no venían a tema sobre el consumo, la gente que ahorra y demás cuestiones económicas. Ahí fue cuando mi amiga me dijo eso. Aparte, en cada frase, se sumaba el peluquero voz de flauta que le cortó el pelo a un economista y le contó "eso, eso mismo que está diciendo el profesor".

El viejo se las daba que sabía y cada cosa que explicaban, cada cosa que intentaba relacionar con hechos de Argentina, por más que no tuviesen nada que ver. Ya a la quinta hasta el profesor lo quería matar.

Nunca más apareció el no-apreciado señor mayor hasta el martes pasado, última clase antes del parcial. El tipo se plantó frente a la puerta y le dijo a la profesora (una vieja amargada): "Disculpe, soy nuevo en la clase, me agregaron hoy recién a la lista, ¿puedo pasar?". La cara de la profesora fue una mezcla de no hace falta que pidas permiso con sos un estúpido. Se limitó a hacerle una seña con la mano para que entrara.

Como era la clase de repaso, una vez sentado, el viejo preguntó cuándo era el parcial. "El jueves", le contestó la profesora con mucha mala onda. "Unidad uno, dos, tres y cuatro" (un fangote de 300 hojas).

Está bien. Yo seré mala y me reiré del viejo, pero eso me hizo sentir muy mal. Creo que si me pasara lo mismo a mí, me daría mucha bronca. Encima la mina no le dijo ni que había recuperatorio, ni que entendía que se había incorporado ahora a la clase y que le pasaba el parcial una fecha. Más a sabiendas que a la gente mayor le cuesta adaptarse al ritmo de las clases. Nada de nada y podría haberlo hecho. Me apidé del viejo y hasta sentí culpa porque, cuando nos fuimos, no me acerqué a comentarle que había un examen compensatorio por si le iba mal, para que rindiera aunque no llegara a leer las cosas.

Igual, me duró poco. El parcial del jueves era bastante difícil y encima me tuve que bancar al viejo al lado, que se pasó las dos horas haciendo: "Ummmmmmmm... uummmmmm.. aaauuouuummm" y leyendo una y otra vez las consignas.
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martes, 16 de septiembre de 2008

Con el conflicto en la mochila

Cualquier excusa viene bien para faltar, por eso un “feriado adicional” se convierte en alegría para los chicos. Pero, cuando los docentes llevan más de un día de paro en repetidas semanas, la pérdida de clases deja de ser un alivio mañanero para los niños poco amigos de la escuela y se torna preocupante. Es por esta razón que el conflicto docente mantiene en vilo hasta al Gobierno nacional y su afán por garantizar los 180 días obligatorios del calendario escolar.

El año pasado se vivió una situación similar, con momentos de máxima tensión en Salta y en Santa Cruz y con un pico a raíz de la muerte del maestro Carlos Fuentealba tras la represión ordenada por el gobierno de Neuquén el 5 de abril de 2007. Como expone la doctora en Educación y directora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, Silvina Gvirtz, los reclamos salariales de los docentes vienen de largo tiempo. Basta con citar la carpa blanca instalada durante la década del 90 en la plaza del Congreso.

“El sueldo de los maestros ha aumentado en términos absolutos en los últimos años. Sin embargo, el salario del docente está mal conformado”, resalta Gvirtz. “El problema es que el salario inicial, que se cobra en mano, está compuesto por un básico y una cifra de adicionales, que están en negro. Por lo que cuando el docente se retira, su jubilación no le es suficientes para vivir y, aparte, tampoco puede ahorrar porque su sueldo es bastante ajustado”, asegura.

Esta es la bisagra que explica la raíz del reclamo de los docentes. “Además, el aumento que se estableció a principio de año ya fue absorbido por la inflación”, agrega la secretaria de Finanzas de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República (CTERA), Graciela Cingolani.

En la ciudad de Buenos Aires, los docentes primarios, secundarios y universitarios decidieron tomar en las últimas semanas medidas de fuerza para que el Gobierno oyera su pedido. “Y aún no obtuvimos ninguna respuesta concreta más que no hay dinero para subir los sueldos, pero nosotros necesitamos una solución”, recrimina Cingolani.

Por si fuera poco, no sólo los maestros se pusieron de huelga, sino que también se les sumaron los estudiantes, indignados por la decisión del gobierno de Mauricio Macri de reducir el número de becas otorgadas a los chicos más necesitados de 59 mil a 29 mil. La consecuencia directa fueron 14 colegios tomados en menos de una semana, cortes de calles e increpaciones al ministro de Educación porteño, Mariano Narodowski. Aflojaron un poco y subieron 15 mil más, pero tampoco alcanzó para calmar la disconformidad con la política tomada por la gestión macrista.
Vale destacar que la Ciudad no es la única con los colegios convulsionados. El gobernador de la provincia de Buenos Aires y aliado de los Kirchner, Daniel Scioli, tuvo su cuota de roces con los docentes estatales en paralelo a los dolores de cabeza de Macri. Los maestros de las escuelas públicas querían un aumento salarial. “Hasta el 12 por ciento”, respondió cortante Mario Oporto, el titular de Educación provincial. A los maestros no les convenció y dejaron las aulas vacías. El paro se extendió por cinco días.

Pero la relación de Macri con los colegios empezó con el pie izquierdo. A principios de junio, la administración de la Ciudad de Buenos Aires admitía que 49 escuelas no tenían gas y que el 60 por ciento de las escuelas tenía problemas graves de infraestructura. El jefe de Gobierno acusaba a las gestiones anteriores por el pésimo estado en que se encontraban los colegios. De hecho, el año pasado la Legislatura porteña declaró la emergencia edilicia ante el preocupante deterioro de las escuelas públicas, entre ellas, el instituto Mariano Acosta. Macri no tardó en prometer que ese escenario cambiaría, pero que le llevaría como mínimo un año.

El problema edilicio no es menor y se extiende también a la Universidad de Buenos Aires. Al igual que los colegios porteños, la Facultad de Medicina no contaba con gas en sus instalaciones. Pero el ejemplo más reciente es la Facultad de Ciencias Sociales, que en las últimas semanas sus estudiantes tomaron las tres sedes -de Marcelo T. de Alvear, Ramos Mejía y Constitución- en reclamo de un edificio único, refacciones hasta el traslado a la nueva sede, aumento del presupuesto y pago de salario a docentes ad honorem.

“No creo que sea tanto pedir un solo edificio para toda la facultad, para que la biblioteca sea una, el trámite de inscripción se haga en un solo lugar y que, además, esté en condiciones dignas de cursadas, sin peligro de que se te caiga una viga del techo en la cabeza”, asegura Lionel, estudiante de Ciencias de la Comunicación e integrante de la agrupación El Andamio del Movimiento Universitario de Izquierda.

Dos de los pedidos más elementales son que se refuerce la seguridad y que haya planes de evacuación. “Es absurdo, pero no hay planes de evacuación. Se ha comprobado que, ante algún imprevisto como un corte de luz o un incendio, las escaleras colapsarían y los estudiantes no sabrían qué hacer”, puntualiza Lionel.

Es así que, mientras docentes y algunos estudiantes se mantienen en pie de guerra, otros disfrutan de unas forzadas mini vacaciones de invierno.

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miércoles, 10 de septiembre de 2008

Sociales, tomada de vuelta

Qué lindo. Hoy tuve clases al aire libre con el olor a patty que hacían los del Partido Obrero y pajaritos.

Por segunda semana consecutiva, la sede de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires está tomada por sus estudiantes. Los profesores que se quejan de la medida, de que están ad honorem y no les alcanza para vivir; de que un día se nos cae un techo encima y de que si esto sigue así podemos perder el cuatrimestre.

Es la eterna situación dicotómica: hacer el paro o tener clases. Parar para poder estudiar. En términos extremos, que usó mi profesor de Teoría Política I, es como hacer la guerra para conseguir la paz. Pero si paramos, perdemos clases. Si no paramos, vamos a seguir cursando en condiciones infrahumanas (y sin exagerar).

Para cerrar, cito una anécdota. Ayer fui a buscar a Gonzalo a Ciudad Universitaria y pasamos por el Pabellón 2, el mismo al que fui dos años atrás con mi colegio y, que a mis ojos, era un mugrerío, se caía a pedazos y el baño era naúseabundo. Después de casi un año de ir a Ramos Mejía, Ciudad Universitaria nunca me pareció tan perfecta.
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miércoles, 3 de septiembre de 2008

Ágora FB

En los últimos meses, se disparó el fenómeno facebook en la web. La herramienta pensada, en un principio, para unir a viejos amigos del colegio y compañeros de la facultad se convirtió rápidamente en una forma de contactar a todo tipo de personas que uno se pueda imaginar. Desde actores hasta periodistas, algunos reales, otros simulados, se sumaron al popularmente llamado feisbú.

Los políticos tampoco escaparon de esta movida. Es así como diputados nacionales, como Patricia Bullrich (Coalición Cívica), hasta legisladores de Buenos Aires se hicieron su propio perfil. Tal es el caso de Juan Cabandié (FPV) y Facundo Di Filippo (CC).

"Hay muchos jóvenes registrados y Facebook es una forma de poder acercarnos a ellos y que empiecen a participar", explica Rodrigo Cascino, a cargo del grupo GEN Buenos Aires (CC). "Sirve para que muchos que tienen afinidad política vean las actividades que se están realizando. Además, sirve para acercar distancias y para que vayan incorporando en su vida la palabra GEN", afirma.

Por otra parte, con el enfrentamiento entre el Gobierno y el sector agropecuario y el voto no positivo del vicepresidente Julio Cobos, se dispararon todo tipos de grupos del estilo "Estoy harto del conflicto con el campo" o "Yo banco a Julio Cleto". Si bien la mayoría fueron "por diversión", en términos fb, no diluye el tinte político que tomó la página durante la puja por las retenciones móviles.

Quizás Facebook sea la frivolidad del momento. El nuevo fotolog para los que se cansaron de subir fotos y pedir firmas. Pero, por el momento, también sirve para hacer política.
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