Limpieza de vacaciones

En los días de vacaciones aprovecho para ver amistades desplazadas por el estudio y el poco tiempo. Pero también, de vez en cuando, se me da por ordenar mi pieza. Es increíble la cantidad de basura que uno guarda porque le encuentra cierto valor afectivo. Mientras decidía si tirar o conservar cuadernos de primaria, revistitas a lo billiken y muñecos de la cajita feliz de Mc Donald's, me encontré con dos cajas de zapatos. Una tenía un mini set de peluquería, con ruleros que de ponerte corrías el riesgo de quedar calva o con múltiples nudos en el pelo. La otra, un juego de cocina. Espátulas, cacerolas, platos y vasos en tamaño miniatura. Al lado, estaba la valijita con la ropa de mi Nenuco, la bebé de juguete que tanto quería a los 5 años y que mis abuelos me regalaron, muñeca que hoy en día atesoro.

A pesar de que cuando era un bolita regordeta con rulitos por doquier adoraba esos juguetes, no pude dejar de pensar en que eran una semi preparación a la vida de ama de casa, función protocolar de las mujeres tiempos atrás. No le echo la culpa a mis papás porque, al fin y al cabo, eran los juegos para las nenas y yo era más que feliz con ellos. Pero me maravilla -u horroriza- ver la influencia que tienen los modelos de la sociedad desde que uno es tan chico.